
A las dos de la madrugada, del 26 de diciembre, los latidos desbocados de mi corazón, me despertaron de manera repentina.
Me asusté un poco, lo reconozco. No sabía lo que pasaba. Ni la tila ni las respiraciones profundas conseguían tranquilizarme.
Consecuencia: arritmia cardíaca provocada por excesos, cansancio y estrés.
Minutos después me dirigía a urgencias en el asiento trasero de una ambulancia del SAMUR (muchas gracias por vuestra profesionalidad).
Dos días atrás, celebraba «como si no hubiera un mañana», la despedida del año junto a unos amigos primero y con la familia después.
Pero más allá de tomar consciencia de que hay una edad para todo y que los excesos se pagan, esta situación me hizo reflexionar, además de ser un nuevo aprendizaje para mi.
Si las personas de mi alrededor influyen demasiado para que todo esto suceda, es porque yo lo estoy permitiendo.
Ahora sé que tengo trabajo pendiente: desvincularme de creencias ancladas para acercarme a mis necesidades y a lo que realmente quiero.
Lo siento, mi intención, no era hablar de mí, sino de reflexionar acerca de lo necesario que es conocerse para escuchar cómo nuestro cuerpo nos avisa de que algo no está bien.
Y ahora, honestamente, en una situación similar …
¿Has sabido gestionar los mensajes que tu cuerpo te envía?
Me encantaría leerte en comentarios.